Procesos de atención y focalización en dolor crónico :la importancia de la edad y los procesos emocionales y su relación con la aceptación al dolor
Autor/es
Pinel Arroyo, LuisFecha
2021-09Tipo de documento
doctoralThesisÁrea/s de conocimiento
PsicologíaResumen
En las últimas décadas el dolor crónico se ha consolidado como un grave problema de salud pública (Veehof et al., 2011), llegando a convertirse en uno de los síntomas más habituales que presentan los pacientes que buscan atención hospitalaria (Blyth et al., 2004; Catala et al., 2002; Frølund y Frølund, 1986; Mäntyselkä et al., 2001). La International Association for the Study of Pain (IASP) y la World Health Organization (WHO) establecieron en el año 2004 que el alivio de los síntomas de dolor era un derecho fundamental (Brennan y Cousins, 2004), y recientemente han clasificado la experiencia de dolor como una enfermedad de primer orden (Treede et al., 2019; WHO, 2018). El dolor crónico es una experiencia compleja asociada a la discapacidad, el sufrimiento y el malestar emocional (McGraw y Kosek, 1997; Perquin et al., 2000), a menudo definida como un dolor persistente, que puede ser continuo o recurrente, con una duración de al menos tres meses (Elliott et al., 1999; Gatchel et al., 2014), que se caracteriza por sus elevadas cifras de prevalencia mundial (Breivik et al., 2006; Croft, Blyth y van der Windt, 2010; Elliott et al., 1999; Gureje et al., 1998; Pain Alliance Pain, 2017) y que suele afectar al bienestar y la calidad de vida del paciente, así como a su nivel de funcionalidad (Wisconsin Medical Society Task Force on Pain Management, 2004). Entre sus consecuencias para la salud destacan el impacto negativo en la calidad de vida de los pacientes y de sus familiares, el incremento en el uso y coste de atención médica, la pérdida de productividad laboral, la discapacidad que genera y los altos costes socio-económicos que supone para el sistema sanitario (Gureje et al., 1998; Langley et al., 2011; McQuay, 2008; Phillips, 2006, 2009). Por todo ello, no es de extrañar que el dolor crónico se haya convertido en un problema prioritario de salud pública ya que implica consecuencias negativas tanto para el paciente como para sus allegados y una alta carga para el sistema de salud (Failde, 2014).